Confiesa que su pasión por coleccionar teléfonos comenzó hace más de dos décadas.
Durante años, el coruñés José Vázquez Pernas trabajó en el Departamento de Comunicaciones de Unión Fenosa. Fue allí dónde consiguió las primeras piezas de telefonía que acabarían siendo el origen del particular museo que alberga en su casa de Sada (A Coruña).
La colección que ha ido componiendo a lo largo de todos estos años es tan valiosa como extensa y reúne más de 200 piezas, todas perfectamente organizadas y expuestas en una sala que nada tiene que envidiar a las de los mejores museos. Allí encontramos no solo teléfonos de todas las épocas, sino también centralitas, resistencias, condensadores, relés, recambios ...
Pero el mayor mérito de Vázquez Pernas no solo es haber reunido esta impresionante colección, sino también ser el artífice, gracias a su pericia técnica, de un museo vivo que asombra al visitante cuando los teléfonos empiezan a sonar y a dar señal. "Todos funcionan y están conectados entre sí a través de las centralitas", explica orgulloso.
Nadie mejor que él para guiarnos en este particular viaje por la historia del teléfono. Vázquez Pernas transmite pasión con cada una de sus palabras mientras nos va enseñando toda la colección que atesora. Pronto nos damos cuenta de que cada pieza tiene una historia o, más bien, dos: la del aparato en sí mismo, que nos indica su año y procedencia, y la de cómo pasó a formar parte de su museo. Es aquí dónde entran en juego mil y una anécdotas que también forman parte del patrimonio inmaterial del proyecto: la de la suerte puntual de encontrar un nuevo teléfono en el mercadillo más insospechado, la de la tenacidad necesaria para estar varios años detrás de una pieza hasta hacerse con ella ... "Este fue el caso, por ejemplo, de una centralita que tengo del año 1.900", explica.
A lo largo de todo este tiempo, Vázquez Pernas trajo teléfonos desde Barcelona, Portugal, Francia, Inglaterra ... Acudo con frecuencia a ferias de antigüedades y anticuarios y aprovecho los viajes que hacemos para buscar nuevas piezas", cuenta. Aunque le resulta difiícil escoger una de todas las que tiene, sí destaca especialmente el llamado "esqueleto", un teléfono de magneto del año 1895.
Confiesa no haber calculado nunca el valor económico de todo que logró reunir en estos años. "Tengo piezas que superaron los 3.000€ y otros por las que pagué tan solo 20. Todo depende del valor que le otorgue la persona que te lo vende", explica.
Aunque ya tuvo algunos contactos con museos interesados en su colección, por ahora esta seguirá en su casa para disfrute de amigos y familiares. Sin duda, un homenaje muy interesante al legado de Graham Bell, o mejor dicho, de Antonio Meucci, el verdadero inventor del teléfono.